La industria de la moda es responsable del 20% del
desperdicio total de agua a nivel global y produce el 8% de los gases de efecto
invernadero, advierte la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Para hacer
frente a este impacto, la moda sostenible se perfila como una tendencia
amigable con el medio ambiente.
Hace referencia al surgimiento de un tipo de oferta donde conviven diversas realidades: marcas con criterios sociales, ambientales y económicos dignos, de comercio justo, creadores locales y artesanía tradicional.
Y, a la vez, responde a la emergencia de alternativas que permiten
alargar la vida de las prendas y reutilizarlas (a través del uso de segunda
mano, el préstamo, el alquiler o las bibliotecas de moda) o que facilitan
desmercantilizar los armarios (a través del trueque, el intercambio o la auto
costura). Lo que llamamos en realidad como economía circular.
Es importante analizar el armario de forma crítica para determinar qué prendas se usan, cuáles no, cuáles son similares y cuáles definen la personalidad de la persona. Podes optar por reciclar, canjear, donar o inclusive vender tus prendas de segunda mano.
Además de observar las prendas disponibles, es necesario reorganizar el ropero para tener una visión amplia de lo que hay en el propio guardarropas.
Por otra parte, también es posible poner en práctica las 3R: reducir, reutilizar y reciclar. En este sentido, tanto reutilizar como reciclar constituyen el arte de dar segundas oportunidades a las prendas.
Sumado a lo anterior existen otras sugerencias como leer las etiquetas para conocer su composición y determinar su impacto ambiental, origen e instrucciones de cuidado; priorizar las marcas locales para evitar los costos ambientales del traslado; e involucrarse con el cambio.
Lo fundamental es empezar actuando desde nuestro lugar, porque antes que los grandes desafíos y acciones que debieran asumir las empresas y gobiernos, está el compromiso individual.