Lo primero que llama la atención son las bandadas que desafían el viento. "Para los observadores de aves este lugar es un paraíso", sostiene Somma. Varios tipos de gaviotas y gaviotines, cormoranes, garzas brujas, moras y blancas, patos, ostreros, flamencos australes, playeros rojizos y rabadilla blanca, chorlitos, correlimos, chorlitejos de doble collar, biguás, macás comunes y grandes, cisnes coscoroba y de cuello negro, la lista es interminable. "Algunos biólogos aseguran que puede haber unas 200 especies, [aunque] el plan de manejo da cuenta de 94", precisa el presidente de Parques Nacionales.
"La congregación de especies que nidifican de forma permanente en la región es uno de los criterios que la definen como área importante para la conservación", apunta Hernán Casañas, director ejecutivo de la ONG Aves Argentinas. Pero también el complejo sirve como escala a aves migratorias que vienen surcando el aire desde el norte del continente.
Además, desde hace poco tiempo un visitante especial puede sobrevolar eventualmente los islotes. Se trata del cóndor andino (Vultur Gryphus), ya que en la vecina meseta de Somuncurá, el Programa para la Conservación de esta ave tiene su base de campo. Allí culmina la rehabilitación de los individuos rescatados y el entrenamiento de los nacidos en cautiverio antes de ser liberados. Así, en 2009 se registró el regreso al mar del Señor de los Cielos luego de más de un siglo y medio sin rastros de su presencia. Un hecho que también es de importancia cultural ya que "para la cosmovisión mapuche (pueblo indígena que tiene presencia en la zona), el vuelo del cóndor sobre el mar es un mensaje espiritual muy singular", destaca Daniel Somma.