30-03-2021 12:09 hs.

Nuevo parque nacional protegerá la biodiversidad de la costa patagónica

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El espectáculo se repite cada día. A medida que transcurren las horas, el mar va ganando altura y sumergiendo la restinga o lenguas rocosas que, mientras la marea lo permite, prolongan la costa varios metros hacia el interior del océano. Finalmente, llega el momento en que todo es agua, sal y espuma. Los pequeños promontorios a los que se podía llegar caminando se convierten en náufragos.

Es entonces cuando los pingüinos de Magallanes, los lobos marinos y las miles de aves que gobiernan el lugar se sienten más a gusto, más protegidos, más solitarios en medio de la naturaleza que les rodea. El panorama puede parecer inhóspito pero tiene un indudable magnetismo. "Es un paisaje maravilloso, para disfrutar durante horas", describe con entusiasmo la ingeniera Dina Migani, Secretaria de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la provincia de Río Negro, en el norte de la Patagonia argentina, escenario cotidiano de esta coreografía natural.
El paraje Islote Lobos, situado al sur de la costa rionegrina, sobre el golfo de San Matías, es todavía un ámbito poco explorado, casi salvaje. Es un estallido de biodiversidad que se convertirá en el 40º Parque Nacional argentino cuando el Congreso promulgue, en el transcurso de este año, la ley que lo declara como tal.

"Pero además será el primero en el que la Administración de Parques Nacionales tendrá jurisdicción y dominio pleno sobre una porción del océano. Esto es toda una novedad y al mismo tiempo un desafío", se entusiasma Leonardo Juber, hasta hace poco tiempo a cargo de El Impenetrable, el área protegida más extensa del Gran Chaco, y futuro jefe de guardaparques del nuevo espacio.

Aunque por su nombre pareciera que el nuevo parque protege solo un islote, la verdad es que son unas 20 000 hectáreas entre tierra y mar las que estarán resguardadas.

El área protegida incluye una franja de estepa patagónica de 8000 hectáreas que corre paralela a la costa y se interna alrededor de un kilómetro hacia el interior. En el mar, la protección abarca unos cinco kilómetros de ancho desde la playa donde caben varios islotes: el de Lobos, La Pastosa, el Redondo, los Pájaros y, más cercanos a la costa, los denominados Ortiz Norte y Ortiz Sur.
Paraíso de aves de todos los tamaños
Los lobos no solo le aportan su nombre a la zona, sino que son, efectivamente, una de las especies más abundantes del lugar y uno de sus estandartes faunísticos. También lo son los pingüinos de Magallanes (Spheniscus magellanicus), que han creado aquí la colonia más septentrional de la especie. "Los últimos relevamientos informan la existencia de 4400 nidos y la presencia de 12 000 ejemplares en algunos momentos del año", subraya Daniel Somma, actual presidente de Parques Nacionales.

Hace ya mucho tiempo que el ingeniero Somma, un hombre de larga trayectoria en el mapa de la conservación en la Argentina, es un entusiasta defensor de las virtudes de Islote Lobos: "Fue en 1993 cuando empezamos a ver el lugar como área prioritaria junto a algunos colegas, porque se trata de un sitio realmente excepcional", resume.

Un repaso al listado de especies que pueblan Islote Lobos corrobora sus palabras. Tanto en el monte como bajo el agua y en lo que se conoce como zona intermareal, es decir, la restinga que el mar cubre y descubre cada día, la riqueza de biodiversidad despierta el asombro.
Lo primero que llama la atención son las bandadas que desafían el viento. "Para los observadores de aves este lugar es un paraíso", sostiene Somma. Varios tipos de gaviotas y gaviotines, cormoranes, garzas brujas, moras y blancas, patos, ostreros, flamencos australes, playeros rojizos y rabadilla blanca, chorlitos, correlimos, chorlitejos de doble collar, biguás, macás comunes y grandes, cisnes coscoroba y de cuello negro, la lista es interminable. "Algunos biólogos aseguran que puede haber unas 200 especies, [aunque] el plan de manejo da cuenta de 94", precisa el presidente de Parques Nacionales.

"La congregación de especies que nidifican de forma permanente en la región es uno de los criterios que la definen como área importante para la conservación", apunta Hernán Casañas, director ejecutivo de la ONG Aves Argentinas. Pero también el complejo sirve como escala a aves migratorias que vienen surcando el aire desde el norte del continente.

Además, desde hace poco tiempo un visitante especial puede sobrevolar eventualmente los islotes. Se trata del cóndor andino (Vultur Gryphus), ya que en la vecina meseta de Somuncurá, el Programa para la Conservación de esta ave tiene su base de campo. Allí culmina la rehabilitación de los individuos rescatados y el entrenamiento de los nacidos en cautiverio antes de ser liberados. Así, en 2009 se registró el regreso al mar del Señor de los Cielos luego de más de un siglo y medio sin rastros de su presencia. Un hecho que también es de importancia cultural ya que "para la cosmovisión mapuche (pueblo indígena que tiene presencia en la zona), el vuelo del cóndor sobre el mar es un mensaje espiritual muy singular", destaca Daniel Somma.
Una vez recreados los ojos con las aves, la mirada se extiende hacia la superficie marina donde surgen las siluetas de los lobos de uno y dos pelos (Otaria flavescens y Arctophoca australis, respectivamente). Debido a que los primeros se reproducen en Islote Lobos, esta especie es más numerosa que sus parientes de dos pelos cuyas principales colonias se encuentran más al sur, en la Isla de los Estados, las Malvinas y la Antártida.

Los elefantes marinos y dos tipos de focas suelen compartir con ellos las rocas y las playas pedregosas. La tortuga verde (Chelonia mydas) es también otro habitante especial del complejo: "Migra desde el norte y ocasionalmente puede desovar en la costa o en alguno de los islotes", explica el ingeniero Somma.

Fuente Noticias Ambientales