Call of Duty está tratando de aggionar su contenido a la actualidad y va en busca de la competencia por el battle royale que es el género shooter que está dominando en la actualidad desde la irrupción del Fornite.
Una de las franquicias que son sinónimo de éxito, a pesar de haber tenido altos y bajos a lo largo de los años, es Call Of Duty. Legiones de fanáticos cosechados esperan la nueva campaña de un solo jugador con los momentos espectaculares que las caracterizan y las novedades en uno de los mejores modos multijugador que hay en el mercado.
En 2019 salió Call of Duty: Modern Warfare, que significó un lavado de cara a una de las sagas que mostraba cansancio, a la vez que introdujo partidas 2 versus 2 en multijugador que eran interesantes por el formato de combate y la velocidad en la que se desarrollaban. Este año, la franquicia se metió de lleno en los concurridos campos de batalla del género battle royale. Warzone pugnaba por hacerse entre Fortnite, PUBG y Apex Legends. Sus partidas que incluyen hasta 150 jugadores - que luego crecieron hasta 200- divididos en equipos en un mapa enorme y son un éxito por aplicar sus propias ideas al género y adaptar la fórmula Call Of Duty a buenos conceptos de otros exponentes.
Call of Duty tiene dos grandes ramas de juegos: Modern Warfare y Black Ops, que se van turnando en sus respectivas publicaciones y son desarrollados por estudios diferentes. Debido a una serie de conflictos en el desarrollo, el año pasado Activision -el publicador histórico de la franquicia- corrió a Sledghammer Games -responsable de las entregas Call Of Duty: WW II y Advanced Warfare- para poner como estudio principal a Treyarch