La piel de las palmas de las manos y las plantas de los pies
está cubierta de finas crestas paralelas llamadas dermatoglifos que dan forma,
entre otras superficies, a las huellas digitales. No son un atributo
exclusivamente humano. Muchas especies trepadoras las poseen porque estos
desniveles minúsculos en la piel mejoran el agarre y les ayuda en la
discriminación de la textura de aquello que tocan. Su particular forma
exclusiva para cada individuo ha sido siempre un dilema que la ciencia no había
podido explicar.
Ahora los científicos han descubierto cómo se forman las
huellas dactilares y de qué modo es que toman sus características únicas. Un
nuevo estudio multidisciplinario ha determinado que las crestas de las huellas
dactilares y sus arcos, bucles y verticilos típicos están formados por una
combinación de señalización molecular y la anatomía de los dedos en desarrollo.
Según muestra la investigación que acaba de publicarse en la
revista Cell, las múltiples variables involucradas en el proceso dan lugar a
los patrones únicos que se encuentran en cada persona. Los hallazgos del
estudio, dirigido por investigadores del Instituto Roslin de la Universidad de
Edimburgo en el Reino Unido, no sólo ponen de manifiesto el origen de la
particular curiosidad respecto de las huellas digitales, sino que, además,
podrían ayudar a comprender los trastornos de salud, incluidas las afecciones
congénitas, que afectan el desarrollo de estructuras como la piel, el cabello y
las glándulas sudoríparas.
Infinitas variaciones
Gracias a este nuevo estudio los científicos arrojan luz
sobre la formación de huellas dactilares al examinar las funciones de los genes
implicados en el proceso utilizando organoides derivados de células madre y
modelos de ratón en el laboratorio. Las etapas iniciales de la formación de
huellas dactilares, que crean ondulaciones en la capa externa de la piel en el
momento del desarrollo, son similares a las que ocurren cuando comienzan a
formarse los folículos pilosos, impulsadas por un conjunto clave de genes,
según descubrió el equipo de trabajo.
Los ratones no tienen huellas dactilares, pero los dedos de
sus pies tienen crestas rayadas en la piel comparables a las huellas humanas. "Giramos un dial, o molécula, hacia arriba y hacia abajo, y vimos la forma en
que cambia el patrón", explicó Denis Headon, especialista del Instituto Roslin
y uno de los autores principales de esta investigación.
Estas crestas se forman como una serie de ondas que se
extienden desde distintos sitios del dedo en desarrollo para formar el patrón
de la huella dactilar. A medida que se forman estos patrones, están
influenciados por muchos factores, incluida la longitud de los dedos, la forma
de sus yemas y la actividad localizada de los genes. El resultado de esto es
una variedad infinita de patrones de huellas dactilares que pueden tener lugar.
La información de este trabajo podría ayudar a comprender cómo las estructuras
de la piel, las glándulas sudoríparas y los folículos pilosos, no se forman en
personas afectadas por trastornos como la displasia ectodérmica hipohidrótica.