Está en bolsas, botellas, tapitas, y otros objetos que se
descartan y se tiran a la basura. Luego, el plástico que forma parte de esos
objetos se descompone para formar microplásticos y, a escalas aún más pequeñas,
nanoplásticos.
Una investigación realizada por científicos de la
Universidad de Leipzig, en Alemania, descubrió cuáles son los efectos de
nanoplásticos en embriones de pez cebra. Se trata de un pez que está
emparentado con las carpas y los barbos y es originario del sudeste asiático.
Es de uso frecuente en acuarios y como modelo de experimentación en la
investigación científica.
Los investigadores de Alemania descubrieron que las
diminutas partículas de plástico, es decir, los nanoplásticos, se acumulaban en
varios órganos de esos animales, como el hígado, el intestino, el riñón y el
cerebro.
Además, los nanoplásticos causaron anomalías de
comportamiento en los embriones, ya que se observaron menos movimientos.
Hasta hace poco, la investigación científica se ha centrado
más en los microplásticos que en los nanoplásticos. Por lo cual, el impacto de
los nanoplásticos en el ambiente y la salud humana no está clara. Pero los
estudios sobre nanoplásticos son parte de un campo que evoluciona muy
rápidamente.
Actualmente se están desarrollando nuevas técnicas y métodos
para detectar, identificar y analizar los nanoplásticos y sus repercusiones,
tanto en el ambiente como en los organismos. Porque hay datos contundentes. En
2019, se produjeron aproximadamente 368 millones de toneladas de plásticos en
todo el mundo, pero solo se recicló entre el 6% y el 26% y alrededor del 10%
acabó finalmente en el océano.