Uno de los grandes problemas mundiales que atraviesa cada
sociedad es el de la contaminación ambiental. Y dentro de ésta, se destaca el
rápido aumento de la producción de productos plásticos desechables que supera
la misma capacidad del planeta para lidiar con ellos.
Es que la contaminación plástica se ha convertido en uno de
los problemas ambientales más preocupantes y todos los días los científicos,
médicos y hasta gobiernos insisten en que ya no solo afecta al medio ambiente,
sino también a nuestro propio organismo y el de muchos animales que nos rodean.
Hace unos años, cuando comenzaron a aparecer microplásticos
en las tripas de los pescados y mariscos, la preocupación se centró en la
seguridad de los productos del mar y cómo esta situación podría afectar la
salud humana. En 2017, científicos belgas anunciaron que los amantes del
marisco podrían consumir hasta 11.000 partículas de plástico al año al comer
mejillones, plato favorito en ese país.
Es que los plásticos se fragmentan continuamente en el medio
ambiente, desmenuzándose con el tiempo en fibras incluso más pequeñas que un
cabello humano, partículas tan pequeñas que se transportan fácilmente por el
aire.
Los microplásticos son pequeñas piezas de plástico de menos
de 0,2 pulgadas (5 mm) de diámetro, que suelen producirse como desprendimiento
o residuo de materiales desechados sin el correcto tratamiento. Algunos son tan
pequeños que pueden encontrarse con diámetros de 0,0007 mm. Esto provoca que
puedan ingresar al cuerpo de humanos o animales a través de la inhalación de
partículas en el aire o la ingestión, ya sea en alimentos o envases de
plástico, vajilla y cubiertos.
Hace un año, microplásticos fueron hallados por primera vez,
en el torrente sanguíneo humano, cuando investigadores de la Universidad Libre
de Ámsterdam (Vrije Universiteit), detectaron minúsculos trozos de plástico en
17 de las 22 muestras de sangre de voluntarios que participaron del proyecto
Immunoplast.
Dick Vethaak, profesor emérito de ecotoxicología en la Vrije
Universiteit Ámsterdam y coautor del estudio de sangre, no considera que sus
resultados sean exactamente alarmantes, "pero sí, deberíamos preocuparnos. Los
plásticos no deberían estar en tu sangre". "Vivimos en un mundo de múltiples
partículas", agregó en alusión al polvo, el polen y el hollín que los humanos
también respiramos todos los días.
Fue el doctor Richard Thompson, un científico marino de la
Universidad de Plymouth, el que acuñó el término "microplásticos" en 2004
después de encontrar montones de trozos de plástico del tamaño de un arroz
sobre la línea de la marea en una playa inglesa. En los años siguientes, los
científicos localizaron estas partículas en todo el mundo, desde el suelo de la
Fosa de las Marianas hasta la cima del Monte Everest.