El desierto de Atacama, en el norte de Chile, se extiende
desde el Pacífico hasta los Andes a través de una vasta extensión de
espectaculares cañones y picos rocosos de color rojo anaranjado. Es el desierto
más árido de la Tierra, y se parece tanto a la superficie de Marte que la NASA
probó allí sus vehículos planetarios
En la actualidad, Atacama ha alcanzado una distinción menos
maravillosa: es uno de los vertederos de ropa desechada que más crece en el
mundo, gracias a la rápida producción en masa de ropa elegante y barata
conocida como fast fashion (moda rápida) o moda lowcost.
El fenómeno ha generado tantos residuos que las Naciones
Unidas lo califican de "emergencia medioambiental y social" para el
planeta. El reto que tenemos por delante es terminar con ese basural.
Las cifras lo dicen todo. Entre 2000 y 2014, la producción
de ropa se duplicó y los consumidores empezaron a comprar un 60% más de prendas
y a usarlas la mitad de tiempo que antes. En la actualidad, tres quintas partes
de toda la ropa acaba en vertederos o incineradoras en el plazo de un año desde
su producción, una estadística que se traduce en un camión cargado de ropa
usada tirada o quemada cada segundo.
La mayoría de esas instalaciones se encuentran en el sur de
Asia o África, donde los países que reciben esas cargas no pueden manejar la
cantidad. Un vertedero a las afueras de Accra, la capital de Ghana, con un 60%
de ropa y una altura de 15 metros, ha adquirido notoriedad internacional como
símbolo de la crisis.
La escena en el norte de Chile ha sido bautizada en un vídeo
en línea como "la gran mancha de basura de la moda", en una variación
de la más conocida Gran Mancha de Basura del Pacífico. Colosales pilas de ropa
desechada, con etiquetas de todo el mundo, se extienden hasta donde alcanza la
vista en las afueras de Alto Hospicio, una ciudad pobre de 130 000 habitantes.
Chile es el primer importador de ropa usada en América
Latina.
Desde hace cerca de 40 años existe un comercio sólido de "ropa americana" en tiendas a lo largo del país, que se abastecen de fardos
comprados por zona franca en el norte del país provenientes de Estados Unidos,
Canadá, Europa y Asia.
"Esta ropa llega de todo el mundo", explica a la AFP Alex
Carreño, ex trabajador de la zona de importación del puerto de Iquique, que
vive al lado de un vertedero de ropa.
En esa zona de importadores e impuestos preferenciales, los
comerciantes del resto del país seleccionan las prendas para sus tiendas y lo
que sobra no puede salir por la aduana de esta región de poco más de 300.000
habitantes. "Lo que no se vendió a Santiago ni se fue a otros países (como
Bolivia, Perú y Paraguay por contrabando), entonces se queda aquí porque es
zona franca", afirma Carreño.