Varias ciudades ya cuentan con miles de cámaras de videovigilancia que observan los movimientos de los transeúntes, pero hace falta procesar esos datos en forma rápida y eficiente. Esta labor en muchos casos aún depende de personas y, por ende, tiene una capacidad limitada. Sin embargo, a partir de la posibilidad de cruzar la información entre diversas bases, que proporcionan datos de residencia, lugar de trabajo, viajes y horarios regulares; es posible determinar patrones de desplazamiento y comportamiento y prevenir situaciones anómalas y ahorrar en tiempos de reacción de cuerpos de prevención, salud y seguridad.
Respecto del transporte público inteligente, los avances en IoT y vehículos autónomos permiten agilizar y hacer más eficientes los desplazamientos en una zona geográfica determinada, así se evitan problemas en las horas pico y disminuyen la aglomeración de personas. Esto también facilita la fiscalización de restricciones de movimiento, y para aquellos que deban movilizarse sí o sí, el mismo dispositivo de transporte reconoce la cantidad de personas permitidas, además de contar con sensores de temperatura para identificar usuarios con probabilidad de estar enfermos.
Los hábitos de movimiento dentro de las ciudades han cambiado: las actividades y tareas diarias ya pueden realizarse desde cualquier lugar. Gracias a la conectividad, el trabajo, la educación, la actividad física y hasta la interacción social son independientes de la ubicación en la que se encuentre la persona.